jueves, 8 de mayo de 2008

Narciso, las aguas y el espejo. O el verdadero cultivo de la inteligencia

Por Gina Picart Baluja

Un libro como Narciso, las aguas y el espejo no es insólito dentro de la ya extensa obra de Virgilio López Lemus, y lo es, sin embargo, en la literatura cubana, cuyo canon ha ido derivando sensiblemente hacia las fronteras limítrofes de un realismo que aniquila el espíritu y la intención estética del arte; también resulta insólito dentro de nuestra ensayística, dominada —salvo escasas (y honrosas) excepciones— por teoremas universitarios, manuales ideológicos y modas, y en algunos de sus más jóvenes exponentes, además, por un atiborramiento indiscriminado de información e influencias mal incorporadas que lastra (ciega y castra) más que aporta a objetivos finales a los que torna poco dignos de verdadera acreditación.
Subtitulado por su autor como “una especulación sobre la poesía”, el texto es una revisión acuciosa del antiguo mito griego clásico de Narciso, bello adolescente, hijo de la ninfa Líriope y el río Céfiso. Desdeñoso de las pasiones que despierta en otros habitantes del bosque, Narciso sucumbe ante el reflejo de su propia imagen cuando se inclina para beber el agua de una fuente. Los dioses lo transformaron en la flor que desde aquel día lleva su nombre.
Este mito del bello Narciso es uno de los pocos de la antigüedad grecolatina que, atravesando la barrera de los siglos y todas las barreras culturales, ha llegado a nosotros plenamente incorporado al psiquismo del hombre moderno, siquiera no sea más que bajo la forma del complejo patológico nominado por la ciencia actual como “narcisismo”, que supuestamente tipifica a aquellos individuos incapacitados para entregar amor a sus semejantes porque están poseídos por el interés que les inspira su propia persona. Como quiera que esta conceptualización cientificista no sería más que una chata y limitada derivación del mito, este libro de Virgilio López Lemus analiza todas sus posibles interpretaciones, pero en especial, su validez como metáfora del descubrimiento de la propia identidad, y la relación que esta revelación, esencial al ser humano, implica para la intuición de la Poesía.
Y como el reino de la Poesía es tan vasto que abarca todas las manifestaciones del espíritu, del espacio y del tiempo, el autor de este libro asombroso y hermosísimo no se conforma con hacer un recorrido a través de las obras y enfoques de muchos de los poetas y escritores que se han interesado en la figura de Narciso y sus valencias —Ovidio, Bachelard, Celaya, Calderón de la Barca, sor Juana Inés de la Cruz y tantos otros, hasta nuestro Lezama Lima con su monumental “Muerte de Narciso”, larga es la lista—, sino que se remonta a dimensiones ontológicas al someter al mito a una confrontación con ámbitos remotos y ciertamente oscuros del conocimiento humano. Tal el capítulo dedicado a Narciso y los números —“Narciso y el conteo pitagórico”—, en el que López Lemus lleva a cabo un interesante braceo en la doctrina pitagórica de los números, la Cábala y otras zonas de atracción sempiterna para el intelecto sediento de respuestas. Narciso, en quien se subsume macro y microcósmicamente el Número, en su amor por sí mismo y ante la soledad de su conciencia indivisa es Uno, pero un Uno maléfico por ser incompleto, por constituir en esencia un desequilibrio dentro del Orden cósmico: la negación del par. Pero en la búsqueda de un alter ego, Narciso tropieza con la Otredad y es ya el Dos del que todo ha de nacer, el número en que Todo comienza. Con la aplicación de este sistema de pensamiento López Lemus intenta ir develando las sucesivas etapas del mito de Narciso, en un ahondar por capas, metódico, pero también inspirado y constelado por la belleza poética, en que el crítico, el académico, el ensayista, se deja arrebatar por la suprema seducción del pensamiento especulativo abierto al Infinito.
¿Qué o quién posee a Narciso? ¿Es un psicópata, un delirante, un filósofo, un adicto a la soledad o, por el contrario, un buscador apasionado de su alter ego? ¿O es eso que la sociedad tan a menudo confunde con un loco: un poeta? ¿O, simplemente, paciente del psicoanalista? ¿Cuál es el verdadero sentido de ese primer encuentro con su propio rostro y el súbito surgimiento de un amor total que no podrá jamás ser satisfecho, y vivirá para trasmutarse en continuo tormento de quien lo padece? ¿Qué representan dentro y fuera del mito los otros personajes que acompañan al joven Narciso? Develar la más profunda esencia del arquetipo, esa es la cuestión. Preguntas, especulaciones… Indagación osada que para acceder a conclusiones exige tanto de los recursos de la literatura como de la historia, la antropología y hasta la moderna psicología, que pretende mostrar al hombre actual ciertas verdades esenciales sobre su propia naturaleza que subyacen ocultas en los mitos antiguos; gnosis cifrada a la que el mundo actual necesita acceder para reconectar con el Origen revelador y cerrar el ciclo ourobórico de la Comprensión; búsqueda y hallazgo de nuevos códigos, de nuevas claves para la délfica conminación del Conócete a ti mismo.
Lo que yo pudiera y desearía expresar sobre este libro de Virgilio López Lemus no cabe en el espacio limitadísimo de una reseña literaria. Con pena, pues, he de reducirme a declarar que lo he leído con placer inmenso, y que me ha procurado el goce y la luz que solo el gran y verdadero Arte puede ofrecer al alma y el pensamiento. En este libro, como en las obras de Carpentier, Dulce María, Lezama y Eliseo Diego, tiene la literatura cubana un argumento más para exigir, más allá de estrechísimos límites nacionales, epocales, históricos, temáticos y estilísticos, el lugar realmente universal e intemporal que sin duda alguna le pertenece. Y es, además, un recordatorio de la figura ideal del intelectual: la fórmula alquímica del Humanista en quien se fusionan la academia, la pluma brillante del ensayista, la claridad expositiva del profesor, la pasión del poeta, la profundidad del pensador y la visión del místico versado en ciencias antiguas y olvidadas por Occidente —solo relativamente olvidadas, sería más exacto decir, y que ahora Occidente se apresura a retomar—. López Lemus demuestra una vez más que la crítica y la comprensión de las obras de arte no pueden, no deben limitarse a ámbitos exclusivamente teóricos, ni tampoco a códigos de un realismo burdo y superficial, y mucho menos ideologizados, so pena de tener que renunciar a la cabal comprensión de lo fenoménico dentro del mundo de la creación, empobreciendo así los propios frutos que se pretende aportar al Conocimiento universal.



Publicado en CubaLiteraria

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, aunque seguramente no podré conseguir este libro de López Lemus, me alegra mucho saber que en la literatura cubana hay algo más que realismo sucio, historias sobre gays y poesía ideológica. Qué bueno que todavía quedan escritores finos y quien los comprenda y guste de ellos. Ese par dialéctico siempre salva a una literatura, sea de donde sea.